Monday, June 8, 2009

Aclaración

Quiero aclarar...
Porque cuando yo escribo muchas veces estoy en un trance iracundo, y después esas palabras que yo intencionaba como graciosas son hirientes. Pero no es la intención.
Yo amo a mis padres. Y a mis hermanos. Amo a mi casa, a mi familia, a mi lugar, a la libertad que me dan. Los amo.
Por eso la bronca es mayor. Porque cuanto más amás a alguien, más fuerte es el enojo.
Si a mi no me importaran mis padres, lo que ellos me dicen no me dolería. Me resultaría hasta disonante con mi realidad y me volvería una persona sorda ante sus quejas.
Por eso me toca la culpa. Me toca cuando escribo algo en contra de ellos, olvidando quizas que después ellos lo pueden leer por acá. Porque, por supuesto que mi mama sabe que existe mi blog y lo lee. Y le dije que muchas veces escribo cosas fuertes.
Y por un lado me importa que lo lean, es mi forma de decirles quien soy, ya que muchas veces no me lo preguntan. Y por otro lado me da cosa... por razones obvias.
Entonces, por este post pido perdón por lo que dije, y también por lo que voy a decir alguna otra vez, más adelante. Pero no pido perdón por lo que siento. Por las veces que lloro y nadie se entera. No pido perdón por eso. Porque son cosas que siento, y uno no puede pedir perdón por los sentimientos. Ni por las lágrimas.

Llorar a lágrima viva.
Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.
Abrir las canillas, las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma, la camiseta.
Inundar las veredas y los paseos, y salvarnos,
a nado, de nuestro llanto.
Asistir a los cursos de antropología, llorando.
Festejar los cumpleaños familiares, llorando.
Atravesar el África, llorando.
Llorar como un cacuy, como un cocodrilo... si es verdad que los cacuíes y los
cocodrilos no dejan nunca de llorar.
Llorarlo todo, pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz, con las rodillas.
Llorarlo por el ombligo, por la boca.
Llorar de amor, de hastío, de alegría.
Llorar de frac, de flato, de flacura.
Llorar improvisando, de memoria.
¡Llorar todo el insomnio y todo el día!

Oliverio Girondo LLORAR A LÁGRIMA VIVA...

xoxo

O.-

Friday, June 5, 2009

¿Qué más querés?

Me pediste que terminara el colegio. Lo terminé.
Me pediste que eligiera la carrera que a vos y papa le cerraran como digna. La elegí.
Estudié periodismo. Estudié inglés. También hablo francés, escribo y pinto. Me recibí. Soy Licenciada. Dejé a todos los novios que no les gustaban. Me alejé de las amistadas que vos creías no eran adecuadas.
No vi películas de terror, ni para mayores de 18 (hasta que tuve como 21...)
Fui tu pequeña reprimidita.
Seguí tus pasos hacia donde fuera que vayan.
Me caí, me golpié, me corté, me abrí, me cerré. Y en vez de abrazarme me retaste. Me retaste! Cómo si fuera realmente mi culpa la torpeza de mi ser.
Me alejaste. Me encerraste. Me sobreprotegiste. Me hiciste creer que todo lo que no pertenece a esa clase que vos elegís, no vale la pena. "Que tenga un título, un trabajo, un auto. Que sea rubio de ojos azules como un príncipe."
Soy rosa.
Por donde me mires vos y todos los demás soy rosa.
Pero cuando me miro yo, no veo el rosa. Veo gris y negro. Violetas oscuros y violentos que nadie ve.
Veo tristeza y soledad.
En vez de preocuparte, de preguntarme, de abrazarme, me alejás. Me imitás. Usás mi ropa. Te reís como yo.
En vez de yo querer ser vos, vos querés ser yo. Esa juventud añorada y ahora distante.
No me dejas ser yo, porque vos te lo robás todo. Sin querer te robás mi show.
¿Sin querer?
Y voy a terapia. Y en todas y cada una de mis sesiones termino hablando de vos. De lo que vos querés de mi. De lo que yo creo que vos querés de mi.
Las pocas veces que me quise rebelar, me frenaste y me dijiste que era todo una ilusión. Pero yo sé que ese filo cortó más profundo. Yo sé perfectamente hasta donde llegaron cada una de las marcas. Lo quieras creer vos o no.
Cuando se supone qu tendrías que defenderme me gritás y decís que papá tiene la culpa.
Están todos equivocados.
La culpa la tengo yo.
Por eso elijo irme. Elijo ir a bucar nuevos horizontes, aunque me cueste el doble la vida diaria. Aunque no pueda darme los gustos que me quiero dar. Aunque me esté jugando todo y termine comiendo pastito en plaza Francia.
No me importa.
Porque hoy por hoy quiero ser feliz yo. No me importa si vos sos feliz con lo que hago o no. No me importa si vas a aprobar mi estilo de vida o no. Junio va a ser el último mes. Junio es el último mes. Porque si después de este mes no llego a encontrar lo que realmente quiero. No lo voy a encontrar más, y ahí sí va a ser tu culpa.
Buscounanuevacasaparavivir.com.ar/quequedelejosdemicasaanterior
Y si la encuentro. ¡Qué felicidad!
Ya mismo estoy entrando al buscador de propiedades. Y no me importa lo que tu hijo piense de los alquileres. Es mi plata y hago lo que se me canta.
Chau idiotas! Me fui a vivir mi vida.

O.-

Tuesday, June 2, 2009

Mi personaje inolvidable

Este texto lo escribí en septiembre de 2004...


Se levantó de la mesa de la cocina y camino los 10 metros que separan a ésta de su ventana con vista a la calle. Acomodó unos almohadones y apoyó unas revistas y unos diarios en la mesa del living. Se sentó en un banco de madera que da a la ventana y me invitó a sentarme a su lado. Con la ternura y dulzura que es su característica primera me dijo: “hoy te toca a vos contarme una historia” a lo que yo le respondí que le iba a contar la mejor de todas, “te voy a contar la historia que me quedó de tu vida”. Con menos minuciosidad y, quizás, más admiración que otra cosa es lo que intento hacer aquí, en menos líneas de lo que merece.
Ese día a la tarde, mi abuelo ni se imaginaba que sería el día que más iba a aprender de la vida, aquel día en que ambos reconoceríamos el legado abuelo-nieta y el día que más se iba a emocionar. Así es él: ama a sus nietos como nadie y él mismo los admira, cuando en verdad es al revés que debería ser.
Según lo recuerdo, no hace mucho tiempo atrás tomé consciencia de lo importante que era él para mí, de la herencia que me deja (aún en vida) y que él mismo puede disfrutar en las charlas: mi amor por las letras.
Siempre le gustó la literatura, desde chico. Allá en “mi Concordia que me vio nacer” –como dice él –jugaba con la pelota de trapo y leía El Rosedal de las Ruinas que me regaló esa misma tarde, cuando descubrió que su vida era un cuento, tanto por sus verdades como sus fantasías. Es que le tiembla la voz cuando me cuenta del baldío donde jugaba a la pelota con sus amiguitos, de los kilómetros que caminaba para robarle las naranjas al de la entrada al pueblo, de las veces que “esa maestra” lo tuvo que bajar de las nubes.
Es un abuelo, pero no como cualquier otro. Es sencillo y humilde, es honesto, sincero y caritativo, comprensivo, emprendedor, alegre y vivaz: eso es lo que nos dejó a todos sus hijos y nietos, lo más valedero. No usa los dientes postizos de arriba y cualquier bebé de 15 meses tendría una dentadura más numerosa que la suya. No camina despacio, aunque sus 84 años le pesen un poco en la espalda y en los ojos: su mayor dolor. Esa vista que le impide leer los libros que más ama y aquellos a los que desea amar.
El fervor por las letras no fue lo único que lo movió en su vida, también amó la física. Sin embargo, los tiempos eran otros y la sociedad no admitía cualquier estudiante. La universidad fue pospuesta por su religión y proveniencia, y aunque luchó debió cambiar su vocación.
Chilibí no pudo estudiar y, cuando me lo cuenta se me inundan los ojos. Pero lo dice feliz “por suerte conocí a tu abuela, tuve tres hijos y ahora tengo siete nietos. La familia sigue creciendo y pronto tendré el doble.” Hace metáfora el amor con el que sus nietos van haciendo su propia familia.
Cuando yo era bebé, mi mama me dejaba en su casa y me recostaba en su cama: toda la manzana se enteraba. Ese día el negocio abría más tarde, hasta que ése fue su horario habitual. Ahora, en la calle lo reconocen y lo llaman “Felipe” (la traducción del nombre turco “Chilibí” al castellano). Lo paran en la calla y él me lo relata orgulloso y quizás un poco fantasioso.
Cuenta su vida con fuerza, emoción y ese dejo de tristeza y nostalgia que hace de sus historias una emoción constante. Sin titubear me dice todo, no deja de contar absolutamente nada y lo hace con esa inocencia que le da el vaso de güisqui que llenó hace más de 90 minutos y todavía sigue en la mesa, ya sin el hielo, esperando el sorbo final (e inicial).
Con los años, fui descubriendo que el panzón de pelo, a duras penas, canoso, con esos anteojos gigantes marrones, con su boina, bufanda tejida a telar y sobretodo o con camiseta y pantuflas es un abuelo al que le gustan las historias, tanto que convirtió su propia vida en una. Por eso, cuando cuenta algo, todo tiene un tinte de verdad y un tinte de fantasía.

Monday, June 1, 2009

Head on the wall

Hoy una amiga me dijo algo muy sabio: no te rompas la cabeza pensando en los supuestos. Deja que las cosas fluyan. Después, y sin haber escuchado lo que esta amiga me dijo, otra amiga, opinó que me deje de pensar en los qués, los porqués y los qué dijo o no dijo... cómo y en qué situación.
Pero yo hago oidos zordos en la mayor parte de mi tiempo, porque soy muy testaruda. Y porque como dice LB, quiero las cosas ya. Y a veces, en esa ansiedad de tener las cosas de forma instantánea encuentro a mi peor enemigo: el tiempo.
Y hoy, cuando más necesitaba esa charla, no la tengo. Y no porque no se esperar. Sino porque no está.
Y me planteo en mi cabeza, en qué momento volví a caer en los juegos de los otros. Yo no me merezco ese tipo de trato, de nadie, de ninguno. Entonces voy a dejar que las cosas fluyan. Y si no fluyan que se vaya todo a la mierda... no?
Hoy ese es mi motus operandi. Y si no te gusta, no me leas, porque hoy estoy con el peor de los humores. Asique no me importa.

Todo va más allá de lo que le diga Cameron Diaz a Zelma Blair... "Don't look for Mr Right. Look for Mr Right Now..." or not...